¿Y AHORA QUÉ PASARÁ CON LAS OFICINAS?

Esta pandemia nos enseñó a todos los pros y contras del trabajo desde casa; mientras tanto, hay una incertidumbre general acerca de cuál será el futuro de la oficina cuando todo regrese a la normalidad…

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        ¿El home office llegó para quedarse? ¿Es todo positivo? ¿Qué pasará con las oficinas físicas?…

Cuando muchas empresas en Latinoamérica aún se resistían a incorporar las nuevas tendencias en sus espacios de trabajo –en los que se mantenía la asignación de los puestos de acuerdo con las jerarquías y se condenaba a los colaboradores a ocupar el mismo sitio durante toda la jornada laboral, con horario fijo–, como un tsunami llegó la pandemia y el confinamiento. De un día para el otro nos vimos obligados a cambiar drásticamente la forma de trabajar incorporando el teletrabajo y los equipos virtuales a la rutina diaria.

Claramente, existen muchos beneficios cuando hablamos de trabajar desde casa: flexibilidad horaria, un mejor balance entre la vida personal y laboral, la eliminación de tiempo muerto y costos de traslado, el descongestionamiento vehicular y una menor polución ambiental en las ciudades, y el ahorro en vestimenta y comidas junto con la posibilidad de trabajar concentrados sin ser interrumpidos.

Pero también sabemos que la mayoría de las personas no cuentan en su casa con el espacio ideal: ambientes reducidos, falta de ergonomía en el mobiliario, problemas de conectividad y distracciones permanentes con la pareja, los niños, las mascotas y los quehaceres domésticos.

Y si bien muchos de estos inconvenientes podrían tener algún tipo de paliativo, lo cierto es que hay otros efectos secundarios asociados al teletrabajo tales como el aislamiento, el sedentarismo, la perdida de capital social de los equipos de trabajo y el sentido de pertenencia a la organización que son más difíciles de manejar.

Por otra parte, nadie ignora que –tecnología mediante– hoy los limites entre las esferas de la familia, el trabajo, los amigos y el ocio están desdibujados, y que hay una suerte de disponibilidad las 24 horas del día que no solo nos hace trabajar más tiempo sino que también son el perfecto caldo de cultivo para la ansiedad y el estrés. Varias investigaciones y encuestas recientes coinciden en que la gente prefiere volver a la oficina por abrumadora mayoría, pero que les gustaría ver cambios significativos.

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       La situación actual nos hizo a todos mezclar los horarios de trabajo y recreación; no sabiendo cuando termina uno y empieza el otro.

Durante el confinamiento, tanto las empresas como los empleados nos “alfabetizamos” digitalmente y aprendimos nuevas formas de relacionarnos y de trabajar que no estaban en el horizonte cercano. Es hora de capitalizar lo que aprendimos haciendo.

Después de la experiencia extrema que hemos vivido durante 2020 deberíamos reevaluar el mundo que hemos creado y pensar en cómo deberíamos hacerlo mejor. Pero sería una mala idea ir de un extremo al otro: un buen balance será la clave.

Hoy, las empresas tienen la oportunidad (y la necesidad) de adoptar una cultura de trabajo más ágil que no solo incluya políticas de trabajo más flexibles, sino que también revalorice las conexiones entre las personas y brinde los mejores espacios para compartir experiencias que faciliten el trabajo colaborativo y la innovación. Es en estos ecosistemas, a través de las reglas de convivencia y la ética de cada organización, donde se genera el fermento del que surgen el sentido de pertenencia, la idea de propósito, el compromiso y la identidad corporativa.

Pero no hay que perder de vista que se trata de un proceso dinámico que requiere un esfuerzo continuo. En cualquier tipo de organización la cultura se desarrollará espontáneamente, ya sea por acción u omisión. Si no se le presta atención al proceso, a medida que pase el tiempo evolucionará por su cuenta con el riesgo que supone dejar el progreso de esta estratégico atributo al azar.

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        Un híbrido que tome lo mejor de lo digital y presencial será el aspecto que llevará a las empresas más flexibles hacia el próximo nivel.

El espacio de trabajo puede ser una excelente herramienta de gestión para las compañías, pero solo en la medida en que esté alineado con su cultura y su identidad, sea seguro, dinámico, flexible, saludable y estimulante. Y, afortunadamente, hoy las neurociencias nos brindan una inestimable cantidad de información científica que nos permite adoptar una variedad de opciones a la hora de diseñar las mejores oficinas. Contamos con los conocimientos y las evidencias necesarios sobre la mejor forma de distribuir el espacio, administrar la iluminación y las vistas al exterior, y definir las texturas, patrones, formas y colores que utilizaremos para generar un ambiente de trabajo que promueva más eficazmente el bienestar físico y mental de las personas. Esto redundará en una mayor satisfacción y, por ende, una mayor productividad de los ocupantes.

Se trata de una inversión “pequeña” (comparada con los salarios) que se capitaliza rápidamente en resultados medibles.

La llegada de las nuevas generaciones al mercado laboral también ha significado un cambio de rumbo en las estrategias del lugar de trabajo. Hoy, los jóvenes talentos que ansían integrar Ingresos + Pasión + Propósito + Estilo de Vida, han roto definitivamente con el mandato de buscar un trabajo estable. Sin embargo, en los tiempos que corren –tan volubles, impredecibles y llenos de incertidumbre–, las empresas necesitan imperiosamente captar y retener al mejor talento para surfear con éxito unos mercados que se presentan cada vez más cambiantes y fragmentados, disponiendo de grupos de trabajo estimulados, versátiles y empoderados.

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        Un espacio de trabajo que estimule la flexibilidad y creatividad de los trabajadores será clave para las empresas que decidan adaptarse a lo que se viene.

Es aquí donde la oficina empieza a jugar un rol clave: es el lugar (nuestro lugar) que nos identifica como equipo y nos reúne cara a cara.

Lo cierto es que los tiempos que corren demandarán cada vez más flexibilidad en cuanto a la inversión, los plazos y la cantidad de superficie a ser utilizada por las empresas. Es por esto que el Real Estate Corporativo necesitará adaptarse rápidamente a esta demanda con nuevos formatos y productos bajo amenaza de un aumento en la vacancia y una caída en los precios de arriendo.

Como ha sucedido en otras industrias donde lo importante es el uso del bien y no la posesión del mismo (Uber, Airbnb, Software, Coliving, etc.), en esta “nueva normalidad“, que no es más que la profundización de tendencias que ya estaban en marcha, un gran porcentaje del stock inmobiliario mutará a la modalidad Office as a Service (OaaS). El trabajo flexible también necesitará de espacios flexibles.

Por Víctor Feingold, Presidente de Contract Workplaces | Para ir a la nota original, hacé click aquí

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